El Triángulo Dramático de Karpman explica cómo nuestros conflictos en lo que refiere a relaciones interpersonales son el resultado de procesos inconscientes que nos llevan a adoptar los roles de “el perseguidor”, “el salvador” y “la víctima”. Un individuo puede pasar de un rol a otro, este estilo comunicacional refuerza la dependencia y los lazos simbióticos entre los participantes del triángulo, impidiendo así el desarrollo de una autonomía e interdependencia basada en el respeto a las necesidades de todos los participantes en la comunicación. Por ello decimos que
“el triángulo dramático” constituye una dinámica de comunicación interpersonal disfuncional y destructiva.
En la columna de hoy te contamos cómo son los roles que conforman este triángulo.
El perseguidor: agrede con autoridad desmedida, prejuzgando las acciones y sentimientos de los demás. Los perseguidores suelen ser acosadores. El perseguidor experimenta rabia contenida, desprecio y un deseo de causar daño. Induce a que los otros sientan miedo y evita mostrar sus auténticas emociones por lo que no logra relaciones en donde haya una verdadera intimidad.
El Salvador: Este rol se desarrolla con la sobreprotección, impidiendo que los demás resuelvan sus problemas; deteniendo así su desarrollo y crecimiento. Salvar, es ofrecer una ayuda que no es saludable ni oportuna; pero se ofrece para mantener la autoimagen de bondad. Es muy saludable preocuparse por un ser querido, no así el hacerse cargo de todos sus conflictos ya que el mensaje inconsciente que enviamos es “tu no puedes”, “no tienes la capacidad para resolver ningún problema”. El salvador transmite de manera no verbal un mensaje parecido a este: “Estando yo aquí no tienes que preocuparte de nada, yo lo haré por ti”. Los salvadores suelen hacer algo que no quieren hacer, o bien hacen más de lo que les corresponde.
Resulta difícil detectar al salvador porque su actuar aparenta ser una ayuda genuina y desinteresada; pero se le podrá identificar porque el salvador acabará persiguiendo al “salvado”. El salvador genera culpa o soborno y se preocupa en exceso por los demás.
La Víctima: Este rol se desarrolla como consecuencia del desempeño del perseguidor o salvador de manera que la víctima se comporta con temor o se siente desvalorizada o reacciona con agresividad. La víctima, transmite un mensaje no verbal del tipo: “pobre de mí”.
La persona que juega este rol se ve a sí misma sufriendo o padeciendo una situación. Y se siente desdichada.
¿Cómo utilizan este triángulo los narcisistas patológicos?
Los perversos narcisistas conocen a la perfección el funcionamiento neurótico. A estos manipuladores les encantan los triángulos y harán todo tipo de maniobras para invitar a sus candidatos a “víctimas” para que entren en esta dinámica:
Retomemos los 3 roles que explicamos arriba:
Un Narcisista patológico va a invitar a su partenaire a habitar el rol de la víctima que se sentirá “pobrecito yo” debido al acoso, al abuso narcisista, al bullying. Los sentimientos predominantes serán los de sentirse abandonados, desamparados, oprimidos, dejados de lado y atacados. Pero lo sorprendente es cuando el narcisista juega este rol.
Es extremadamente habitual que el manipulador realice el juego de la piedad , mostrándose como la víctima de su víctima y evadiendo así cualquier responsabilidad sobre sus actos. Utilizando el beneficio secundario de esta posición que implica la reclusión de los monos voladores, que serán aquellas personas que le compren la falsa versión de los hechos y que estén dispuestas a asumir el rol de rescatadores de la “falsa víctima”. Perseguidores de la víctima real.
Con respecto al rol del perseguidor: durante el ciclo del abuso narcisista, quien encarna este rol es el manipulador patológico mediante el acoso y los ataques permanentes. Lo hace culpando, avergonzando, devaluando, sometiendo y chantajeando emocionalmente a su víctima. Conseguirá que juegue el rol de perseguidor, debido a los celos que le provoca con la triangulación, haciendo que esta le revise el celular, mails, etc.
No olvidemos que la víctima viene del rol de rescatador, o pasará en algún momento por este, posición clásica encarnada por los codependientes que de manera inconsciente piensan que tienen el poder de reparar, sanar y rescatar a todos los seres que se cruzan en su camino. En esta posición asumirá todas las responsabilidades y se hará cargo de cosas que no le corresponden.
Con esta dinámica los perversos narcisistas se aseguran una potente fuente de combustible.
El triángulo se termina cuando cuando una persona decide salirse y romper con este patrón de comportamiento aprendiendo a poner límites, con trabajo personal y de autoconocimiento.
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