martes, 26 de enero de 2021

LA CULPA. La diferencia entre la culpa y el sentimiento de culpa es que la segunda es un sentimiento neurótico que nos acompaña desde que nacemos y funcionamos de manera inconsciente pensando que “si me siento culpable no soy tan malo”.




 La culpa como sustantivo es la consecuencia de la acción de sobrepasar el límite real o simbólico de otra persona (o cuando hacemos un daño por cruzar dicho límite).

Es decir que su naturaleza es causal, no viene sola.
Podemos pensar que en todo proceso de socialización hay cierto grado de manipulación. Sin embargo, no tiene nada que ver la manipulación que aporta herramientas para poder adaptarnos a la cultura en la que estamos insertos con la que coarta la libertad del individuo arrebatándole los medios que tiene para adaptarse.
Es de esta última a la cual nos vamos a referir. Veremos cómo el manipulador patológico utiliza el sentimiento de culpa para someter a su presa.
El objetivo de este artículo es que podamos reconocer este mecanismo, que aprendamos de qué manera nos puede hacer sentir culpables y lo más importante: que podamos liberarnos de estos entramados.
El narcisista patológico lentamente y de manera sutil irá generando un vínculo de desigualdad. Va a ir generando una deuda y comenzará a tener poder por sobre su presa. Así comienza el chantaje emocional. Sumado a que se irá forjando el “vínculo traumático de traición” en donde la persona irá convirtiéndose en víctima debido a la indefensión aprendida: haga lo que haga siempre recibirá un castigo. Esto aniquilará su autoestima teniendo que confiar plenamente en el criterio de otra persona ya que siente que cualquiera de sus conductas podría causar daño. Y a estas alturas ya no desea más conflictos. Este proceso sucede sin que el sujeto en cuestión (el manipulado) sea agredido de una manera obvia. Es más, en todas las situaciones siempre parece que él es el agresor. Y es aquí en donde el manipulador acciona el DARVO ( que recordemos, es dar vuelta los roles de víctima y ofensor, tal como desarrollamos en otro artículo) “tú eres mi agresor y yo soy tu víctima, porque me has hecho daño sin que yo te lo haya hecho a vos y me debes una retribución por ello.” El manipulador logra que sea imposible el diálogo y mucho menos reclamarle algo o pedirle que revise lo que lastimó a un otro.
El perverso narcisista encubierto, un ser envidioso por excelencia, no culpa a su víctima por lo que hace sino por lo que es. Le adosa la culpa como identidad. Y eso es una ordalía ya que ¿cómo va alguien a remedarse por lo que es?.
Con la culpa, el manipulador consigue que la víctima quede paralizada, limitada. Que no pueda avanzar y quede necesitada de aprobación. La vuelve dependiente.
Además el narcisista puede negar la existencia de la culpa desplazándola a los demás y utilizándola como arma. Justificando que el sentimiento negativo que tiene es por causa del ataque de otra persona: “Me siento mal porque el otro ha hecho que me sienta mal y por lo tanto pretendo que me pida perdón por todo el daño que me ha causado.”
Y así volvemos a la premisa del manipulador de “tú eres mi agresor y yo tu víctima porque me has hecho daño sin que yo te haya hecho nada a vos y por ello me debes una retribución.” El manipulador
1-Señala lo que lo daña y ofende.
2-Crea una deuda con la culpabilidad.
3-Extiende hasta el infinito esa deuda 
4-Cronifica la culpa cambiando los roles de víctima y agresor.
Sumado a la difamación y aislamiento que hará de la víctima para monopolizar todo el control. Repitiendo todo una y mil veces hasta hacerlo realidad.
“Miente, miente que algo quedará” decía el jerarca nazi Himmler.
¿Cómo salir de este espiral ascendente?
Lo primero es asumir que no tenemos ninguna deuda con el manipulador. Esa deuda no existe. Es ficticia. Y entonces, si la deuda desaparece, automáticamente desaparece la brecha entre los roles.
Y esto mágicamente hace que desaparezcan los roles.

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